18 de febrero de 2014

El cardo borriquero, gigante castellano
Revista Quercus nº 318

Onopordum illyricum, Cardo borriquero
La gran altura del cardo borriquero (Onopordum illyricum )
 le hace destacar con facilidad frente al resto de herbáceas.
El cardo borriquero es probablemente una de las hierbas de mayor porte de la península Ibérica. Para conseguir esta gran altura en pocos meses deberá prepararse durante dos años. A cambio, tras su fructificación y cumplida su misión, agotados sus recursos, morirá.

Revista Quercus, Onopordum illyricum, Cardo borriqueroTodos los años con la llegada de los calores veraniegos muchas áreas baldías de la península ibérica sufren una interesante transformación que no debería dejarnos indiferentes. El cardo borriquero o del demonio (Onopordum illyricum), tras dos años de espera, con crecimiento más o menos calmado mientras almacena suficientes sustancias de reserva, comienza un desmesurado desarrollo que le llevará a alcanzar una gran altura, destacando frente al resto de herbáceas ya prácticamente agostadas.


Esta hierba antiguamente solía estar ligada a terrenos agrícolas abandonados a su suerte y a campos muy pastoreados, áreas de suelos ricos en sustancias nitrogenadas. Hoy en día sus preferencias han cambiado, pues la escasez de ganado y las masivas urbanizaciones le hacen buscar otros lugares con suelos de altos niveles en nitrógeno donde pueda desarrollarse. Y esos nuevos terrenos son las áreas marginales de las urbes, haciéndose estos cardos asiduos de descampados, bordes de campos, cunetas de las carreteras y escombreras. Incluso, si tenemos suerte, algún parque o jardín puede verse fantásticamente invadido por esta especie. Pero a pesar de su destierro, este cardo refleja como pocas hierbas nuestra identidad castellana, nuestro estío mediterráneo, nuestro paisaje ibérico. Su presencia llega a ser todo un espectáculo de fortaleza y belleza en los calurosos veranos, todo un ejército de gigantes.

Así pues, es planta ruderal y arvense, propia de enclaves secos y alterados. El cardo borriquero, sin muchas exigencias, crece de forma natural en el entorno mediterráneo sobre todo tipo de sustratos alterados. Si bien, estamos convencidos que merecería un lugar destacado en parques y jardines de nuestras ciudades. Y es que, el ornato de los jardines parece haber sido la causa de la introducción en otras regiones templadas de América del Norte y Australia, lo que ha provocado que se hayan naturalizado en el medio silvestre ocasionando algún que otro quebradero de cabeza.

Cardos, burros y espinas

El género Onopordum, dentro del que se encuentra el cardo borriquero, cuenta con cerca de 40 especies de cardos, incluyéndose dentro de la familia de las asteráceas. Un género nativo de Europa (principalmente de la región mediterránea), norte de África, islas Canarias y el suroeste y centro de Asia. El significado de onopordum puede llamar la atención. Esta palabra proviene del griego, y fue empleada en la denominación de un cardo. Su curioso origen, deriva de ónos: burro, y de pordé: pedo, lo que viene a significar: pedo de burro. Peculiar referencia al escaso valor de esta planta al compararla con una ventosidad de estos queridos jumentos (2). Aunque hay quien asegura que su nombre pudiera venir del ruido que hacen sus tallos al partirse una vez secos (3). Sin embargo, los más experimentados en la convivencia cercana con estos animales, aseguran que la dieta con estas plantas provoca a estos amables cuadrúpedos cierto malestar estomacal, con consecuencias difíciles de olvidar para aquellos de narices sensibles. Y es que ya lo dice el refrán:

“Asno con hambre, cardos come”.


Mucho menos escatológico es el nombre específico illyricum, que proviene de Ilírico, antigua provincia romana en tiempos del Imperio, situada en los Balcanes, una de las regiones de donde es común este cardo.

Es planta erecta y robusta, de hasta 2 metros de altura, aunque puede alcanzar los 3 metros. Hierba poco ramificada, tan solo en la parte superior de tallos con alas densamente agrupadas y muy espinosas. Grandes hojas, de hasta medio metro, divididas, con lóbulos de ápices espinosos. Esta abundante espiniscencia, es una característica típica de las especies que habitan en zonas que deben soportar cierto grado de aridez, dado que estas estructuras sirven de defensa frente al ataque de los herbívoros (1).

Sus flores son de color púrpura rosado, todas tubulares, agrupadas en cabezuelas terminales, de 3 a 6 cm de diámetro. Resguardando a la mayor parte de la inflorescencia, surgen a su alrededor bellas brácteas moradas, triangulares y rematadas en una espina protectora. Su fruto es en aquenio, con la presencia de largos vilanos de pelos plumosos. Es planta monocárpicas, pues tan solo florece y fructifica una única vez en su vida, una interesante estrategia de las plantas bienales.

El carácter bienal de esta planta le permite dos años para completar su ciclo de vida. Durante el primero la planta desarrolla la roseta de hojas basales y la raíz, acumulando durante esa temporada sustancias nutritivas en sus órganos de reserva. Durante los meses más fríos, el cardo entra en un periodo de latencia y será en la siguiente primavera cuando el tallo de la planta se alargue rápidamente superando al resto de competidores. La planta tras las flores, produce los frutos cargados de semillas. Agotadas sus sustancias de reservas, finalmente morirá.

Manjar apreciado

Su abundante espinosidad no ha impedido que este cardo se haya empleado como comestible en algunas regiones de España, conociéndose como cardos toberos o tobas. Un sorprendente uso que se toma, tanto crudo como cocinado. Para ello se recolecta a mediados de la primavera, cuando la planta está todavía tierna, antes del fuerte crecimiento previo a la floración. En Albacete ha sido ingrediente del cocido castellano donde se adereza con las collejas (Silene vulgaris) (4). Según aseguran los mayores es un delicioso manjar.

¡Aunque parece importante no olvidarnos de pelar los tallos y retirar las agudas espinas! 


En otros países mediterráneos también sirve de alimento. En Turquía se recoge de diciembre a abril, valorando tanto la parte superior de la raíz, como la base de las hojas. Éstas son hervidas, y rellenas de arroz, cebolla y especias. Una vez dobladas convenientemente son remojadas en una mezcla de harina y huevo para posteriormente freírlas en aceite de oliva.

Para terminar, retomamos el rico refranero popular que nos advierte que nuestras actitudes pueden tener consecuencias. No esta de más recordar que “El que siembra cardos, recoge espinas”, así que por si acaso portémonos bien.

Bibliografía

(1) Grijalbo Cervantes, J. 2010. Vegetación y flora de Madrid. Náyade Editorial. Madrid.
(2) López Jiménez, N. 2007. Las plantas vasculares de la Comunidad de Madrid. Catálogo florístico, claves dicotómicas y estudio detallado de la familia Compositae Giseke. Jardín Botánico de Madrid. C.S.I.C. Departamento de Biología Vegetal I. Facultad de Biología, U.C.M. Tesis doctoral. Madrid.
(3) Romero, C. / Romero, P. 1987. Guía ilustrada de las hierbas de Sevilla. Instituto de Ciencias e la Educación de la Universidad de Sevilla. Ayto. de Sevilla.
(4) Tardío, J. / Pascual, H. / Morales, R. 2002. Alimentos silvestres de Madrid. Ediciones La Librería. Comunidad de Madrid.

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