7 de marzo de 2010

De Tsunamis y embajadas españolas

El día 24 de febrero a las 00:15 iniciamos nuestra aventura seis españoles hacia la isla Robinson Crusoe en el Océano Pacífico, a unos 700km de la costa de Chile, para disfrutar de su flora, sus paisajes y su gente. En Santiago de Chile nos reuniríamos con Mitzi, nuestra querida amiga chilena, última integrante del grupo de Robinsones...

La isla resultó tener en verdad un tesoro escondido: su vegetación, su flora, sus paisajes y su gente eran lo más cercano a la visión de paraiso que hubieramos visto jamás. Gente que resultó ser entrañable y generosa con los turistas, poco contaminados por el mundo consumista y agresivo que nos rodea. Como otros años (cada año organizamos un viaje a un lugar del mundo de flora y vegetación fascinante), nos preparamos con ilusión para este viaje. Nuestro querido compañero Miki, hoy perdido en el Tsunami, realizó una lista exhaustiva del material técnico que debíamos llevar. Él nos reservaba una agradable sorpresa, nos recibió como en años anteriores, con un chaleco que nos idenficaba a todos como los Robinsones. Y así pertrechados, nos dirigimos desde Madrid hasta la Isla Robinson Crusoe, que forma parte del archipiélago Juan Fernández, tras un breve paso por Santiago de Chile.

Con tan sólo dos días en la isla decidimos recorrer su extremo más oriental en una travesía de dos días guiados por la isleña Rosa María Recabarren: un puerto apodado el del Francés. Una ruta que nos llevó algo más de cinco horas disfrutando de su increible flora que ibámos localizando y fotografiando y sus erosionados paisajes lunares.
Tras una mágnifica cena y una más que agradable charla, decidimos acostarnos en torno a la una de la madrugada. Algunos se dispusieron a dormir en el pequeño refugio de madera, mientras otros (entre los que nos encontrábamos) nos dirigimos a las tiendas que habíamos instalado horas antes.
Nadie se imaginó lo que sucedería pocas horas después. Alrededor de las cuatro y media de la madrugada un fuerte sonido nos despertó a todos los que nos encontrábamos en las tiendas. Y casi de inmediato una fuerte corriente nos arrastró al interior del mar, a 4 de los componentes de nuestra pequeña expedición. La fatalidad hizo que tras luchar contra la fuerza del mar, uno de los nuestros no fuera capaz de salir...

Tras la terrible envestida del tsunami que arroyó nuestro campamento en la Isla Robinson Crusoe y nos envió al mar en la oscuridad más aterradora, donde perdimos a Miki, el integrante más joven, y tras calentarnos al fuego gracias a los magníficos cuidados de Rosa, nuestra guía, iniciamos una caminata de 6 horas medio desnudos hasta el pueblo de San Juan Bautista, desde donde fuimos evacuados al día siguiente en helicóptero primero, y en un avión de la armada chilena después cuatro de los seis supervivientes del grupo.


Hoy, una semana después, en la calidez y seguridad de nuestros hogares se nos hace imposible conciliar el sueño. Y así, a altas horas de la madrugada, todavía despiertos, no dejamos de repetirnos una y otra vez los angustiosos momentos vividos en la noche de la tragedia, momentos verdaderamente tormentosos, que da miedo revivir. Momentos que algunos de nosotros creímos que serían los últimos. Pero no todos tuvimos la misma suerte…

La pérdida de nuestro querido compañero Miki Marín de 29 años es lo que más nos apesadumbra, no volverlo a ver...
No obstante, existe una mezcla de tristeza y rabia, una mezcla que quizá sea la verdadera causa de nuestro insomnio. La tristeza, no parece tenga sentido explicar. La rabia tiene que ver con el trato recibido. Pero no se engañen. Las gentes de la isla Robinson Crusoe son generosas hasta con sus pocas propiedades, y la Armada de Chile, con su gran eficiencia, nos ha ayudado en todo momento. Sin embargo, creyendo, tal vez ingenuamente, que nuestro gobierno sería un doble apoyo moral y logístico, fue sencillamente decepcionante.


Ni tan siquiera nos recogieron llegados de la isla Robinson Crusoe. Por fortuna teníamos a Mitzi Rojas y toda su familia que nos acogió, demostrándonos de nuevo la generosidad del pueblo chileno.

Al día siguiente nos acercó a Santiago de Chile (a unos 150 Km). Allí nos esperaban nuevas desilusiones. Ni tan siquiera una llamada de teléfono para contactar con nuestros familiares. Sin dinero, sin documentación, con dos de nuestros compañeros todavía en la isla buscando el cuerpo de Miki.

Pero eso no pareció incomodar a nadie. Insistiéndonos que debíamos hacernos unas fotos (pagándolas con un dinero que no disponíamos) y dejando claro que la emisión de esos nuevos pasaportes era entorno a 15 euros cada uno (poco dinero para aquel que lo tiene). Para quien lo desconozca, allí la emisión de estos pasaportes tarda al menos 24 horas. ¿Y mientras tanto? ¿Qué hotel acoge a una persona sin documentación? De nuevo este pequeño detalle no pareció alterar la frialdad e incompetencia de los funcionarios más aberrantes con que cuenta nuestro flamante Consulado.

No fue sorpresa ya, cuando nos indican que los vuelos debíamos gestionarlos nosotros directamente. Eso siempre que dispongamos de nuestra documentación en regla. Más sorprendente fue, que incluso el cuerpo de nuestro compañero (si era localizado) debía de ser tramitado y repatriado por nuestros medios haciéndonos cargo nosotros de los trámites y la burocracia necesaria, incluso contratar a una funeraria. Todo ello recordarán, sin documentación, dinero, tarjetas de crédito, etc. Y así tras este trato indignante, una total sensación de desamparo y una fuerte discusión, nos vimos puestos (eso sí, amablemente) en la calle, pues tramitar los pasaportes según palabras de Alvaro García eran las únicas competencias del Consulado.

A día de hoy, todavía esperamos (de nuevo ingenuamente) un trato digno, una disculpa para unos ciudadanos españoles que buscaban en su Consulado un mínimo de ayuda y, a ser posible, humanidad.

Santiago de Chile destaca por la presencia de la flamante Embajada y el Consulado Español y de altos cargos diplomáticos (Embajador, Cónsul, Canciller,…) que por allí se pavonean. Pero como pueden ver, esto no garantiza (no ya, la ayuda a los ciudadanos españoles, que así lo requieran en una situación de emergencia) sino un simple trato humano, cierta sensibilidad para aquellos que acaban de perder todas sus pertenencias y, muy especialmente, a un amigo.

Quizá estamos equivocados y estas instalaciones sólo tienen como misión el soporte de fiestas, grandes fastos y más pavoneos. Puede ser, pero quisiera pensar que no. Si es así ruego nos informen de ello para tenerlo en cuenta (el destino no lo quiera) en próximos altercados.

Para más información:
Informativos TVE


Artículo de El Mundo


Artículo de El Pais


Informativos TV3


Entrevista en Els matins


Artículo 3cat24.cat


Entrevista Cadena Ser


Artículo Ideal.es

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